Cada paso, actividad o consumo que hacemos dejan su marca en el planeta: producen dióxido de carbono, uno de los gases responsables del calentamiento global. La buena noticia es que existen formas de calcular y reducir ese impacto individual. ¿Por qué no empezar ya mismo a ser parte de la solución?
La ilustradora de esta nota midió su propia huella en www.ecomujeres.com.ar Alma Larroca |
El planeta está en el horno, y la decisión de frenar el calentamiento global y sus consecuencias (eventos climáticos extremos, inundaciones, sequías, enfermedades y pérdida de cosechas) está en manos de los grandes líderes, pero también en nuestra mesa, nuestra casa y en decisiones tan simples como apagar las luces cuando no se usan u optar por caminar en lugar de usar el auto. Las acciones aisladas no pueden salvar al planeta, pero sumadas hacen la diferencia.
Ya no se trata de que las grandes industrias reduzcan sus emisiones de gases de efecto invernadero. Hoy, los consumidores son tanto o más responsables de generarlas cuando hacen uso de los productos manufacturados. Y pueden reducir sus emisiones con acciones tan básicas como apagar la computadora cuando no la están usando, o regular la presión de los neumáticos del auto.
Un nuevo concepto está cobrando fuerza en el mundo, y es el de la huella ecológica, que mide cuántas hectáreas de terreno se requieren para satisfacer los consumos de una persona, cuyo componente principal es la llamada huella de carbono. "Esta huella se determina según la cantidad de gases de efecto invernadero producidos por la actividad humana, y se expresa en unidades equivalentes de dióxido de carbono (CO2)", explica Aleandra Scafati, especialista en sustentabilidad y creadora de la asociación y el portal Ecomujeres (www.ecomujeres.com.ar).
En la Argentina, la huella promedio es de 5.71 toneladas (tn) al año, según un reporte de la Dirección de Cambio Climático de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable. Este número surge de cuantificar las emisiones producidas por el uso de energía, transporte, alimentación y hábitos de consumo y esparcimiento, entre otras actividades.
La huella argentina es superior al promedio mundial (4 tn al año por habitante), pero bastante inferior a la de algunos países desarrollados como el Reino Unido (11,81 tn per cápita anuales) y Estados Unidos (20 tn). En ella, la incidencia mayor corresponde al transporte (51%), le sigue el rubro alimentación (28%), luego energía (20%) y residuos (1%).
A medir se ha dicho...
Para medir la propia huella de carbono se puede recurrir a distintas calculadoras online (ver recuadro). Estos instrumentos estiman las emisiones individuales a partir de un cuestionario que indaga sobre los usos y las actividades cotidianas de las personas: qué medio de transporte utilizan para ir al trabajo, cuál es su consumo eléctrico, de gas y de agua mensual, qué porcentaje de carne hay en su dieta. Y aquí, costumbres tan arraigadas y aparentemente inofensivas como comer un par de bifes por semana o el sacrosanto asado de los domingos resultan en un atentado contra la estabilidad climática global, ya que la cría de ganado y la producción de carne vacuna figuran -junto con la deforestación- entre las mayores emisoras de gases de invernadero. Es que el gas metano liberado por las vacas durante la digestión de las pasturas en sus múltiples estómagos, tiene un poder de atrapar el calor en la atmósfera veinte veces superior al CO2.
Pero no se trata aquí de volverse vegetariano de un día para el otro, sino de ser conscientes del impacto de nuestras acciones cotidianas en la salud del planeta, para a partir de allí intentar reducirlo. En este sentido, "más allá de la medición inicial, lo importante es lograr que vaya disminuyendo -aconseja Aleandra Scafati-. Las pequeñas acciones son las que cuentan, y la decisión de cambiar hábitos depende de cada uno de nosotros. Desde Ecomujeres invitamos siempre a pensar si cualquier acción o consumo es necesario hacerlo de la forma en que lo hacemos, o si existe alguna otra manera de hacer lo mismo, pero con menor impacto."
La huella de Aleandra es de 4.7 tn de carbono al año. "La compenso plantando árboles y promoviendo que otros planten también", dice. "También busco reducir mi consumo de energía y gas, camino cada vez que puedo y trato de usar las escaleras en lugar del ascensor, lo que además me ayuda a mantenerme en forma. Evito el consumo de papel, las bolsas innecesarias y trato de optimizar mis compras del supermercado para generar la menor cantidad de residuos posible", enumera.
Dime cómo consumes...
Muchas acciones cotidianas generan emisiones de carbono que contribuyen a acelerar el calentamiento global y el cambio climático. Por ejemplo, cada litro de nafta que consume un auto genera emisiones de CO2 y se estima que un vehículo mediano naftero puede generar su propio peso en dióxido de carbono por año.
En el hogar, el solo hecho de cambiar las lámparas incandescentes por las de bajo consumo ayuda a reducir entre el 10 y el 25% la huella de carbono, ya que requieren cuatro veces menos energía y su vida útil es 8 veces mayor. Arreglar una canilla que gotea impide la pérdida de 100 litros de agua potable al mes, en tanto que, al descongelar alimentos quitándolos del freezer la noche anterior, se evita el consumo de energía a través del microondas.
Las decisiones de compra también influyen en la propia huella de carbono. En los electrodomésticos hay que prestar atención al etiquetado de eficiencia (obligatorio para heladeras y acondicionadores de aire). Aquellos que tienen la letra A son los más eficientes, y la F los menos. Aunque en un primer momento pueden resultar más caros, a la larga generan ahorros de energía que también alivian el bolsillo.
Artículo extraído de lanacion.com.ar
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