A un año y cuatro meses de la presentación ante las
autoridades municipales del petitorio solicitando una ordenanza regulatoria,
los vecinos del distrito de Tornquist aún no cuentan con ella y viven en carne
propia la intoxicación por el uso indebido de agroquímicos. Los jardines,
parques, veredas y terrenos baldíos se han convertido también en un lugar
frecuente donde víctimas y victimarios respiran la misma nube tóxica.
El ámbito rural ligado a la agricultura química ha perdido
su exclusividad tóxica. La horrorosa y efectiva cualidad de matar especies
vegetales y animales de los pesticidas, que contaminan el medio ambiente y
dañan gravemente la salud de las personas, saltó los alambrados y se instaló
silenciosamente en las zonas urbanas, aprovechando el camino fácil de la
legislación laxa y la ausencia de control y capacitación.
El día jueves 14 de febrero de 2013 cerca de las 19:00
horas, un grupo de vecinos del barrio Valle Hermoso de Sierra de la Ventana,
fue expuesto a una pulverización manual con herbicida 2,4D que estaba
realizando un jardinero –sin ningún elemento de protección personal- en un terreno lindante. Las pequeñas gotas del
veneno se trasladaron rápidamente mediante el aire hacia la piel, boca, nariz y
ojos de las personas de las casas vecinas, ingresando a sus organismos,
ocasionando los efectos inmediatos agudos conocidos: irritación ocular, dolor
de garganta, sabor desagradable en la boca, tos y ardor en las fosas nasales.
Los otros efectos, -los no visibles, los determinados por estos venenos junto a la suerte
o a la desgracia del destino- son los identificados como de largo plazo
o crónicos, pueden ocasionarse a partir de una única exposición con alta dosis
de pesticida o con repetidas exposiciones a bajas concentraciones de venenos
que generalmente resultan desapercibidas por las personas y que pueden
desencadenar graves enfermedades a través de los años.
La aplicación finalizó cuando una de los vecinos alertadas
por el intenso olor en el aire se acercó hasta el lugar y preguntó al jardinero
que producto estaba utilizando, el cual al responder e informar que la
sustancia era 2,4D, le fue solicitado que detuviera en ese mismo momento el
trabajo que estaba realizando. La esposa del vecino que detuvo la aplicación y
que denunció el hecho en la policía, debió ser atendida en la Unidad Sanitaria
por irritación ocular y dolor de cabeza.
Extractos de la exposición civil realizada en la Subestación Policial de Sierra de la Ventana. |
De nuevo por aquí.
Este producto de reconocida toxicidad, -gestado
en sus inicios como arma química- que ya había amenazado con su
peligrosidad al recorrer las cañerías
de agua potable de la ciudad cabecera, es un herbicida sistémico debido a
que se absorbe por las hojas o la raíz y se transporta por la savia a todo el
cuerpo alcanzando los tejidos internos y partes no rociadas de la planta. Se
acumula en las regiones de crecimiento e induce malformaciones que matan a la misma.
Es considerado uno de los primeros herbicidas “selectivos” pues mata más a las
plantas de hoja ancha y causa poco daño a los de hoja angosta; se ha usado para
controlar malezas de hoja ancha, anuales y perennes, en su post-emergencia, en
cultivos de cereales, caña de azúcar, pastizales, áreas industriales y en céspedes,
jardines domésticos y campos de golf.
Los efectos del 2,4D.
“La exposición oral crónica (de largo plazo)
al 2,4-D tiene efectos sobre el sistema nervioso central, la sangre, el hígado
y los riñones. La exposición crónica puede causar dermatitis de contacto,
debilidad, fatiga rápida, dolor de cabeza, mareos, sensación de ebriedad,
alteraciones gastrointestinales y cardiovasculares, deterioro del
funcionamiento del hígado, dolor en la región del estómago y del hígado,
úlceras en la boca y la faringe, aumento de la salivación, sabor dulce en la
boca, incremento de la sensibilidad auditiva. También se sabe que causa efectos
psicológicos adversos”.
“Varias investigaciones con seres humanos
sugieren una asociación entre la exposición al 2,4-D (y a otros herbicidas) y
una mayor incidencia de tumores. En
personas expuestas a plaguicidas para el césped se ha detectado hepatitis y una
forma de esclerosis”.
“El 2,4-D es mutagénico en los sistemas de pruebas (humanas y animales). Los
trabajadores que realizaron aplicaciones de 2,4-D mostraron un número mayor de
células sanguíneas blancas multinucleares”.
“En lugares donde había un alto uso de 2,4-D
se observaron tasas elevadas de defectos
congénitos en seres humanos. En animales de laboratorio el herbicida
produce efectos teratogénicos (malformaciones)”.[1]
Del campo al jardín de la casa.
Nos preguntamos cómo hemos construido la cadena
necesaria de irregularidades para que esta sustancia tóxica llegue a donde
llegó. ¿Cómo es posible que un producto de uso rural, que debe ser
comercializado en entidades habilitadas y que requieren la intervención de
profesionales, tanto para la adquisición como para la aplicación, sea vertido
indiscriminadamente entre los habitantes de la comunidad? ¿Cómo es posible que
aún se
continúe minimizando y hasta negando los efectos nocivos de los
agrotóxicos sobre las personas y el medio ambiente?
La concientización de la comunidad junto a la determinación
de normativas que controlen y sancionen efectivamente las actividades
relacionadas con el uso indebido de agroquímicos, son los primeros pasos que
consideramos deben darse para lograr apartar a la mayor distancia posible a los
pesticidas de las personas.
La gravedad del tema le impone características de
urgente y requiere, para su tratamiento y ejecución, la intervención de todos
los ámbitos sociales: educativo, cultural, comunicacional, profesional,
sanitario y político.
ONG Ambiente Comarca.
[1] Red de
Acción sobre Plaguicidas y sus alternativas en América Latina (RAPAL), 2,4D: Razones para su prohibición mundial, op.cit,
págs. 28, 29 y 30.
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