lunes, 25 de febrero de 2013

Envenenándonos los unos a los otros.


A un año y cuatro meses de la presentación ante las autoridades municipales del petitorio solicitando una ordenanza regulatoria, los vecinos del distrito de Tornquist aún no cuentan con ella y viven en carne propia la intoxicación por el uso indebido de agroquímicos. Los jardines, parques, veredas y terrenos baldíos se han convertido también en un lugar frecuente donde víctimas y victimarios respiran la misma nube tóxica.

El ámbito rural ligado a la agricultura química ha perdido su exclusividad tóxica. La horrorosa y efectiva cualidad de matar especies vegetales y animales de los pesticidas, que contaminan el medio ambiente y dañan gravemente la salud de las personas, saltó los alambrados y se instaló silenciosamente en las zonas urbanas, aprovechando el camino fácil de la legislación laxa y la ausencia de control y capacitación.

El día jueves 14 de febrero de 2013 cerca de las 19:00 horas, un grupo de vecinos del barrio Valle Hermoso de Sierra de la Ventana, fue expuesto a una pulverización manual con herbicida 2,4D que estaba realizando un jardinero sin ningún elemento de protección personal-  en un terreno lindante. Las pequeñas gotas del veneno se trasladaron rápidamente mediante el aire hacia la piel, boca, nariz y ojos de las personas de las casas vecinas, ingresando a sus organismos, ocasionando los efectos inmediatos agudos conocidos: irritación ocular, dolor de garganta, sabor desagradable en la boca, tos y ardor en las fosas nasales. Los otros efectos, -los no visibles, los determinados por estos venenos junto a la suerte o a la desgracia del destino- son los identificados como de largo plazo o crónicos, pueden ocasionarse a partir de una única exposición con alta dosis de pesticida o con repetidas exposiciones a bajas concentraciones de venenos que generalmente resultan desapercibidas por las personas y que pueden desencadenar graves enfermedades a través de los años.

La aplicación finalizó cuando una de los vecinos alertadas por el intenso olor en el aire se acercó hasta el lugar y preguntó al jardinero que producto estaba utilizando, el cual al responder e informar que la sustancia era 2,4D, le fue solicitado que detuviera en ese mismo momento el trabajo que estaba realizando. La esposa del vecino que detuvo la aplicación y que denunció el hecho en la policía, debió ser atendida en la Unidad Sanitaria por irritación ocular y dolor de cabeza.

Extractos de la exposición civil realizada en la Subestación Policial de Sierra de la Ventana.

De nuevo por aquí.
Este producto de reconocida toxicidad, -gestado en sus inicios como arma química- que ya había amenazado con su peligrosidad al recorrer las cañerías de agua potable de la ciudad cabecera, es un herbicida sistémico debido a que se absorbe por las hojas o la raíz y se transporta por la savia a todo el cuerpo alcanzando los tejidos internos y partes no rociadas de la planta. Se acumula en las regiones de crecimiento e induce malformaciones que matan a la misma. Es considerado uno de los primeros herbicidas “selectivos” pues mata más a las plantas de hoja ancha y causa poco daño a los de hoja angosta; se ha usado para controlar malezas de hoja ancha, anuales y perennes, en su post-emergencia, en cultivos de cereales, caña de azúcar, pastizales, áreas industriales y en céspedes, jardines domésticos y campos de golf.

Los efectos del 2,4D. 
“La exposición oral crónica (de largo plazo) al 2,4-D tiene efectos sobre el sistema nervioso central, la sangre, el hígado y los riñones. La exposición crónica puede causar dermatitis de contacto, debilidad, fatiga rápida, dolor de cabeza, mareos, sensación de ebriedad, alteraciones gastrointestinales y cardiovasculares, deterioro del funcionamiento del hígado, dolor en la región del estómago y del hígado, úlceras en la boca y la faringe, aumento de la salivación, sabor dulce en la boca, incremento de la sensibilidad auditiva. También se sabe que causa efectos psicológicos adversos”.

“Varias investigaciones con seres humanos sugieren una asociación entre la exposición al 2,4-D (y a otros herbicidas) y una mayor incidencia de tumores. En personas expuestas a plaguicidas para el césped se ha detectado hepatitis y una forma de esclerosis”.

“El 2,4-D es mutagénico en los sistemas de pruebas (humanas y animales). Los trabajadores que realizaron aplicaciones de 2,4-D mostraron un número mayor de células sanguíneas blancas multinucleares”.

“En lugares donde había un alto uso de 2,4-D se observaron tasas elevadas de defectos congénitos en seres humanos. En animales de laboratorio el herbicida produce efectos teratogénicos (malformaciones)”.[1]

Del campo al jardín de la casa. 
Nos preguntamos cómo hemos construido la cadena necesaria de irregularidades para que esta sustancia tóxica llegue a donde llegó. ¿Cómo es posible que un producto de uso rural, que debe ser comercializado en entidades habilitadas y que requieren la intervención de profesionales, tanto para la adquisición como para la aplicación, sea vertido indiscriminadamente entre los habitantes de la comunidad? ¿Cómo es posible que aún se continúe minimizando y hasta negando los efectos nocivos de los agrotóxicos sobre las personas y el medio ambiente?  

La concientización de la comunidad junto a la determinación de normativas que controlen y sancionen efectivamente las actividades relacionadas con el uso indebido de agroquímicos, son los primeros pasos que consideramos deben darse para lograr apartar a la mayor distancia posible a los pesticidas de las personas.

La gravedad del tema le impone características de urgente y requiere, para su tratamiento y ejecución, la intervención de todos los ámbitos sociales: educativo, cultural, comunicacional, profesional, sanitario y político.
ONG Ambiente Comarca.


[1] Red de Acción sobre Plaguicidas y sus alternativas en América Latina (RAPAL), 2,4D: Razones para su prohibición mundial, op.cit, págs. 28, 29 y 30.
 

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